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Una cosita:

En serio. Que cada vez que veo gente que dice ser cristiana, seguidora de Dios, siervo de Dios, hijo de Dios… en fin, como quieran llamarlos. Sin embargo lo que siguen es el camino del demonio.
Hace unos días, una persona que era, o consideraba mi amiga, pues por casualidad me la encontré. Ya habíamos tenido un altercado hace unos años. Le escribí para ver si de pronto podríamos hacer las paces… no ser amigos, sino llegar a una especie de acuerdo de paz entre los dos. Pero qué me dice esta persoa, a pesar de que yo intenté llevarme bien, le hablé de manera educada, de manera respetuosa y pues, de buen humor? Me dijo que pasaba totalmente de mí, y posterior a eso dijo que, ojalá me muriera de Coronavirus.
No me enfadó el hecho de que me ignore, o que me trate con indiferencia, a mí me valen 3 pepinos y la mitad de 6 que la gente me apruebe. A mí lo que me decepcionó totalmente y me sacó de base, es que una persona como ella, cristiana, que va a la iglesia y que lee la biblia supuestamente, le desee la muerte al prógimo. Es que en serio: si yo fuera Dios, ya me habría calcinado junto con los ángeles, y toda la corte celestial, de la vergüenza que sentiría al tener una embajadora tan hipócrita y doble cara en la tierra. En serio, esto lo digo en general: si eres una persona que hace cosas malas, pero aparenta ser buena persona, decídete. Las tapaderas son una muestra de carencia de autoestima. O eres demonio, o eres lo que sea que seas, pero no puedes pretender andar en esas, no hay oculto entre cielo y tierra, tarde o temprano se volteará la mesa, y saldrá a flote la otra cara de la moneda.

6 respuestas a «Una cosita:»

esto ya lo dije, pero hay que decirlo de nuevo, creer o no creer no es cuestión de obligación, es cuestión de querer. yo creo mucho en Dios, pero en la iglecia no.

Sin duda, desde luego, no generalizaré pero, la mayoría de la gente que me ha tocado conocer que dicen seguir el camino de Dios, siembran cizaña. Siembran odio. Siembran discordia, mentiras y problemas.

No es tanto el hablar, sino el pertenecer a ellas, y predicar un ejemplo nulo de paz y amor cuando nunca los hay, muchas veces.

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